El rugby ha tenido y tiene una evolución reglamentaria, como tal vez no lo ha tenido ningún otro deporte. En sus origines, prácticamente sin reglas, los mismos capitanes se encargaban de ir impartiendo justicia, básicamente de manera consensuada, lo que llevó a que se dijera del rugby que era, sin dudas, un deporte de “villanos jugados por caballeros”.
Las cosas evolucionaron y el juego comenzó a reglamentarse y los referees tenían ganada su autoridad por el hecho de serlo. Nadie discutía y era palabra sagrada.
No obstante el referee seguía siendo uno solo, como máxima autoridad. Bajo otros códigos de juego y reglamento, la autoridad seguía fundada en su persona, en base a su buen criterio y conocimiento de las leyes del juego.
La velocidad de potencia del juego aumentó en los últimos años, como también las tácticas y estrategias planteadas.
El IRB, órgano máximo del Rugby mundial, se mantuvo atenta a estos cambios y comenzó a echar mano de la tecnología, y su uso por parte de los referees.
Primero se comenzó por la televisión y la posibilidad de la repetición de jugadas en las que quedaban dudas sobre la marcación efectiva de un try.
Ahora lo que originalmente era un sólo referee, había pasado por un equipo de tres, junto a los linesman que tenían ciertas atribuciones. A estos se les otorgaron luego más facultades y pasaron a ser Referees Asistentes, al mismo tiempo que se los dotó un sistema de intercomunicación radial. Hasta aquí podría decirse que el rugby tomó la tecnología y la usó apropiadamente.
Pero parece que tomándole el gusto a este avance y la comodidad para definir situaciones de puntuación, el TMO, referee encargado de analizar la imagen desde una cabina especial, comenzó a tomar mayor relevancia. Ahora puede llegar a revisar hasta dos fases previas a la instancia de duda del árbitro principal, e indicarle si algo pasó para determinar entonces qué fallo aplicar.
Pero no quedó ahí, el TMO ahora pasó a estar como un consultor incluso para situaciones de juego sucio, y atribuciones para resolver. Con lo cual hoy el equipo de tres referees, en algunas situaciones, está pasando a ser un trío espectador de lujo.
El fin de semana último en el partido entre Nueva Zelanda y Sudáfrica, lo que a mi entender fue hasta casi un “abuso de autoridad” de parte del TMO, encargado de revisar la jugada en la que fue tackleado lícitamente el apertura de los All Blacks, Daniel Carter. La participación infortunada del TMO terminó con la amonestación de un jugador de Sudáfrica (Bismarck du Plessis), quien más tarde fue amonestado nuevamente y acabó siendo expulsado, en medio de un partido muy disputado y quedó condicionado por esa situación.
Posteriormente la IRB y la Sanzar, organismo que controla el Champiomship, se disculparon y dejaron sin efecto la primera tarjeta amarilla al jugador.
Este episodio demuestra que existe actualmente un exceso de atribuciones del TMO y una inclinación fácil o displicente de los referees que le “pasan” la responsabilidad de decidir situaciones que muchas veces ocurren a pocos centímetros de sus propios ojos.
Me parece bien apoyarse en la tecnología pero, ¿no estaremos abusando de la misma?
Estoy seguro que por estas horas la IRB y demás Uniones del mundo se deberán estar haciendo la misma pregunta.
Por Víctor Maximiliano Rabuffetti
Fuente: El Diario