Independientemente de lo que lo haya impulsado a renunciar con dos meses de anticipación a la finalización de su contrato (trascendió algún malestar por infidencias en el seno del plantel canalizadas por un sector de la prensa afín a estas prácticas), todo proceso de gestión humana implica un desgaste que impone el cierre del ciclo. No podía escaparse a este destino vital el hasta ayer DT de los Pumas desde 2008.
Inevitablemente cerrar el capítulo trae aparejado un juicio de valor sobre la gestión. En este caso corresponde reconocer desde lo humano el compromiso y esfuerzo puesto de manifiesto por “Tati” Phelan al frente de semejante reto, tal vez mayor al de su propio desempeño en titánicas batallas como integrante del mismo equipo en sus épocas de jugador.
Ciertamente los números fríos de las estadísticas no le fueron favorables, pero del mismo modo los desafíos fueron de mayor exigencia, en especial las dos participaciones en el Rugby Championship.
Siempre que alguien debe dejar una función para la que fue convocado deja un vacío, y en el rugby no es diferente, por este motivo hay cierta tristeza y nos gustaría poder estar cerca suyo para expresarle nuestro reconocimiento, pero esa es la ley de la vida y la obligación de los que quedan es seguir adelante mientras el mundo gire alrededor del Sol.
He leído algunos comentarios cuestionando la forma en que Phelan deja el seleccionado argentino, seguramente que habrá detalles que no conozco, pero era evidente que también él reclamaba ponerle fin a una actividad que ya no le resultaba placentera.
La valoración de su paso al frente del seleccionado no debe realizarse de una forma aislada de las circunstancias que debió afrontar y que deberá enfrentar su reemplazante. Ciertos aires triunfalistas, totalmente alejados de la realidad, han instalado una idea equivocada en la afición, ya que nuestro representativo, pese muy buenas actuaciones, tiene una desventaja con el resto de las naciones que se encuentran en la cima de este deporte. Y ese gran defecto viene dado por la disponibilidad de recursos, humanos y económicos.
En Europa existe una fuerte competencia de clubes (en realidad empresas que utilizan una franquicia), a nivel nacional y continental, en la que intervienen jugadores de todo el mundo, incluso algunos argentinos. Estos jugadores son a su vez conducidos técnicamente por una elite de entrenadores con una sólida formación técnica y muy experimentada. En Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia la cosa es un poco diferente ya que en vez de clubes se da la competencia entre regiones geográficas, aunque todas con una estructura empresarial, y también con un alto nivel competitivo. Ambos grupos contribuyen a sus respectivos seleccionados nacionales con una nutrida cantidad de jugadores.
Y es precisamente ahí donde radica la gran diferencia con nuestro país, que si bien ha desarrollado una aceitada organización para preparar a sus jugadores (a través de los diferentes centros de alto rendimiento gestionados por la UAR), no tiene una competencia equivalente en el nivel previo al seleccionado nacional y la base de jugadores disponibles es proporcionalmente mucho menor. Súmese a ello que los recursos económicos disponibles son inmensamente inferiores a los que administran tanto europeos como en el hemisferio sur y la brecha se agiganta de tal manera que resulta inalcanzable.
Por lo tanto no nos engañemos en el juicio de valor sobre la gestión de Phelan frente al seleccionado nacional, ya que quien venga en su lugar tendrá las mismas limitaciones pues se trata de un aspecto no resuelto y de difícil solución. Creo que con los recursos disponibles ha hecho lo que ha estado humanamente a su alcance y por ello merece nuestro reconocimiento. El rugby argentino todavía debe dar la discusión de qué, cómo y cuándo definirá su derrotero, hasta entonces habrá que arriar con lo que tenemos.
Ricardo G. Bordcoch, dirigente cordobés