El Seven de la República que pasó fue el último como tal, como se lo conoce históricamente, como aquel que congrega en un fin de semana a todas las uniones de la Argentina, también de países limítrofes, para luchar por lo mismo, el lugar más alto del podio.
El rumor antes de la disputa de la 31ª edición era que la capital entrerriana no iba a ser más el epicentro del certamen, después con el correr de los días, con el campeonato en curso, se avisó que Paraná seguiría siendo sede, pero no tanto como nos tiene acostumbrado.
Es que la capital entrerriana formará parte de un Circuito Nacional que compartirá con otras ciudades. La idea no es descabellada, de hecho es interesante porque otros lugares podrán sentir lo que realmente significa la disputa de un evento que en 48 horas tiene todos los aperitivos de un seven y que las instalaciones de El Plumazo ya es una postal inalterable.
Durante todo el fin de semana la expresión fue una sola entre la cantidad de periodistas presentes en Paraná: “El Seven de la República es sinónimo de Paraná y viceversa, llevárselo de acá no es nada más que una movida política”. Más o menos en esa frase se sintetiza los dichos de los hombres de prensa que hace años llegan a la capital entrerriana para cubrir el torneo.
Algunos jugadores sondeados también sostuvieron más o menos lo mismo. Básicamente, y aunque una fecha del Circuito Nacional tenga su epicentro en suelo paranaense, no será lo mismo.
El Seven de la República perderá su esencia y aunque algunos dirigentes de la UAR hayan manifestado que seguirá en Paraná, no hay tanta seguridad de ello, tampoco algo firmado como para constatarlo.
Ojalá se recapacite y se dejen de lado políticas dirigenciales para tener a todos los colegas contentos y se den cuenta que para tener al rugby argentino contento, en toda su expresión, el Seven de la República deberá seguir siendo una cita obligada con las barrancas del Plumazo como testigos inamovibles de una fiesta del rugby.
Por Álvaro Moreyra