Para quienes nos sentimos apasionados por nuestra profesión, cada 7 de junio es una jornada especial. El día del periodista es particular porque tiene que ver con la conmemoración de un hecho real y concreto como la fundación de la Gazeta de Buenos Aires por parte de Mariano Moreno, allá por 1810. Y aquella Primera Junta de Gobierno estableció por decreto el lanzamiento de ese periódico semanal, debido a la necesidad de mantener al pueblo informado y por el derecho de los ciudadanos a estarlo.
Hoy, cuando han pasado más de 200 años del hecho y con tantas cosas que cambiaron a nivel global, la esencia del periodismo todavía continúa siendo la misma. Sí, con sus intereses a cuestas, con sus matices, sus carencias y a su vez con sus obligaciones.
El periodista es autoexigente. Es un trabajador que realiza una tarea sumamente demandante. Es un “laburante” que no entiende de días hábiles o feriados, que no tiene horarios, que rara vez le es significante un día franco y que muchas veces relega hasta los tiempos de su propia familia por ir en búsqueda de su objetivo, con el afán de dar a conocer algo nuevo, trascendente e imprevisto.
En los tiempos que corren, la era de la comunicación, los smartphones y las redes sociales, el oficio que ejerce un periodista va mucho más lejos que publicar una imagen en una plataforma o contar un hecho puntual a través de un mensajero. Son muchos los elementos con los que cuenta el periodismo en la actualidad para desenvolverse y la tecnología tiene un aporte clave. Todo suma como elemento. Sin embargo, la mayor responsabilidad que conlleva este trabajo es la transparencia y el respeto a ciertos parámetros éticos. Opinar con criterio, brindar una información veraz, fundamentada y segura.
En un presente complejo como el que se vive y se vivió al menos durante los últimos ochos años en el país, en los que particularmente me tocó trabajar de manera independiente y al mismo tiempo en relación de dependencia, con censura, aprietes, precarización, agravios o falta de respeto, es clave que la llama no se apague nunca. Más allá de que los medios, sean manejados en muchos casos por personas que nada tienen que ver con los medios, como empresarios o políticos, ser periodista no siempre es sinónimo de ser medio de comunicación.
Hoy, más que nunca, la consigna será bregar para continuar desenvolviéndose con dignidad y la frente en alto. Nada como tener la conciencia tranquila. Que el entusiasmo siga vivo y que la profesión se enaltezca, siempre. Con diaria dedicación, hagamos y ayudemos a que así sea.