Guido Chesini, de Concordia a Rosario, imparable: «Siempre me doy lugar para soñar»

En muy pocos años, la vida del concordiense Guido Chesini dio varias vueltas. Pero todas, giraron en torno a un contexto muy productivo, de avances y crecimiento, personal y deportivo. El hecho de ir siempre por más, fue uno de sus principales objetivos y lo que aplica a diario en una carrera rugbística en pleno ascenso y sin techo.

Con tan solo 23 años, el back surgido en Salto Grande de Concordia con presente en Duendes RC de Rosario y los seleccionados de la Unión Rosarina, ostenta lauros anhelados por cualquiera. Hoy, es uno de los entrerrianos de mejor actualidad en el rugby litoraleño.

Claro que su presente no es casual, sino causal. Él lo buscó y lo encontró. Atraviesa un momento notable. Su familia ha sido la clave en cada uno de sus pasos. Siempre fue su sostén, su respaldo. Guido, hijo de Pablo y Sandra, nieto de Graciela y hermano menor de Franco y Delfina, es un pibe de barrio que disfrutó al máximo de su infancia en Concordia en un ámbito de amigos, a puro deporte.

Empezó a jugar al rugby a raíz de la insistencia de su recordado tío, que convenció a su mamá para que lo dejara iniciarse en la disciplina. “Antes de comenzar rugby me habían regalado una pelota. No teníamos ni idea de cómo jugar, pero entre mis amigos nos chocábamos y nos divertíamos. Como yo era medio ‘gordito’ y pesado, avanzaba y me entretenía. Pensé que entonces el rugby podía ser lo mío…”, contó en diálogo con MIRADOR ENTRE RÍOS, con la sencillez que lo caracteriza.

“Llegué a Duendes de la mano de otro concordiense, como Carlos Ibarguren, quien junto a su hermano Francisco ya estaban jugando en el club. Ellos me llevaron a un lugar único que vive el rugby de una manera muy particular, muy pasional, con un fanatismo y una locura extraordinaria”, indicó y valoró: “Hoy, Duendes es mi lugar en el mundo”.

Está claro que de Concordia a Rosario, este talentoso jugador viajó en realidad, con la premisa de insertarse en la Facultad de Odontología, aunque la influencia del deporte en su vida lo obligó en algún punto a cambiar sus planes universitarios. “Llegué a Rosario a estudiar odontología. Sin embargo, en las primeras clases nos dijeron que con todo lo que íbamos a tener que estudiar, no íbamos a tener tiempo de poder hacer nada más. Así que enseguida me fui de la facultad, lo llamé a mi papá y le dije ‘mirá, no voy a poder jugar al rugby, así que esta carrera no voy a seguir’… a lo que él me respondió: ‘Ok, entonces fíjate qué otra carrera vas a continuar’”… Y fue así que después empecé la Licenciatura en Educación Física, una carrera apasionante para los que nos gusta tanto el deporte y la preparación física. Ya estoy en tercer año de cursado y seguramente el año que viene pueda recibirme”, remarcó.

“Mi sueño siempre fue vivir del rugby, pero por el momento tengo puesta la cabeza en la facultad y en el club. Algún día sí, me gustaría probar suerte en el deporte de manera profesional”, confesó.

DE MENOR A MAYOR

“Me crie en Salto Grande, con mis amigos del club. Con ellos compartimos desde infantiles y hasta ahora, que por más que cada uno está en sus proyectos y sus cosas, cuando vuelvo a Concordia y nos encontramos es como si no me hubiese ido nunca. Seguramente de algún entrenador me voy a olvidar, pero nunca dejo de recordar por ejemplo a aquellos primeros maestros como fueron Juani Dalbes, Carlos Díaz, Walter Martínez, Mariano Zalazar o Diego Cabral”, recordó.

Respecto a su arribo a Duendes -el multicampeón del Litoral- Chesini admitió que la adaptación deportiva no le resultó sencilla. “En mi primer año tuve una adaptación que me costó. El club evoluciona permanentemente y debí amoldarme a sus códigos y demás. Talvez lo que venía de otro estilo de rugby. Llegué a la M19 que dirigían Néstor Chesta, Simón Boffelli y Pedro Escalante y con su ayuda, pude insertarme de la mejor manera. Desde el momento en que llegué, en el club me abrieron las puertas y me hicieron sentir que pertenecía desde siempre”, manifestó.

Con el paso de esos primeros años en Rosario, llegaron sus primeras concentraciones juveniles en el ámbito de la Unión Argentina de Rugby, donde tuvo sus primeros roces con el alto rendimiento. La pandemia lo dejó sin la chance de arribar al Mundial Juvenil 2020 y de ser Pumita, puesto que la cita ecuménica que debía desarrollarse en Italia quedó trunca debido a las restricciones por el COVID-19. No obstante, el entrerriano nunca bajó los brazos y continuó divirtiéndose en el rugby con amigos. Sin saber que todavía, lo mejor estaba por venir.

-¿Considerabas que en un lapso tan corto ibas a poder alcanzar el presente que disfrutás hoy?
-Sinceramente no. Pero creo que todo fue consecuencia de que siempre fui parte de grandes equipos. Sin ir más lejos, el año pasado por ejemplo con Duendes, habernos quedado con el Torneo del Interior, fue una de las cosas más lindas que viví en el rugby. Fundamentalmente, por el grupo humano que se armó. Haber estado tan cerca en el Nacional de Clubes también fue muy importante y obtener el Seven de la República 2022 con el seleccionado rosarino, fueron cosas muy lindas. Después llegaron las concentraciones con Los Pumas 7’s, algo que tampoco esperaba pero que disfruté a más no poder y sigo soñando…

-¿Tus próximos objetivos o proyecciones pasan por llegar a la celeste y blanca?
– Siempre me doy lugar para soñar. Me lo permito. Soñar, me llevó transitar las mejores experiencias de mi vida, disfrutando de cada momento y siendo consciente de cada cosa por la que voy atravesando. Todos soñamos con vestir la celeste y blanca alguna vez, eso está claro. Soy realista y creo que con trabajo y soñando, se puede llegar a dar. Por el momento, sigo enfocado en el club y disfrutando al máximo de esta realidad que me toca vivir.

(Fotos: UAR / Mateo Occhi / URR)

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