El rugby de la región está pasando momentos difíciles. La filosofía del deporte se ve afectada debido a la mala conducta de varias personas relacionadas al ámbito y al entorno del mismo.
En San José, el domingo anterior un jugador había agredido al referee. Mientras que este domingo en Colón, el partido entre el local y Salto Grande debió ser suspendido por incidencias externas. Asimismo, el sábado en el Torneo Dos Orillas Juvenil, se dio una gresca generalizada en Santa Fe.
Debido a esto, Iván Galizzi, jugador de Unión de Crespo, dirigió una carta a la redacción de Tercer Tiempo en la que expresó su pensamiento sobre estas particularidades.
CARTA ABIERTA AL DESARROLLO ENTRERRIANO
Ante los hechos ocurridos recientemente, e intentando situarme en el lugar que hoy como jugador me toca vivir, pienso que estamos errando el camino que nuestro deporte ha querido siempre resaltar. Los “valores del Rugby”, como nos gusta profesar a quien formamos parte de esta no tan frecuentada disciplina, son nuestra bandera: orgullo, respeto, compañerismo, honestidad, tercer tiempo, rivalidad, y muchas otras grandes cualidades, solemos usarlas de escudo y las ponemos en palabras cada vez que un acto de violencia se hace presente en este duro deporte de contacto que te pone a prueba física y mentalmente. Lo que muchos olvidan al enjuiciar cada acto es la persona que lo precede: su estado emocional, su situación económica, un determinado momento sentimental, una pérdida, un escenario de estrés laboral o familiar. Cada persona cuenta una historia, aunque la mayoría de las veces hace silencio, toma la ovalada y va para adelante. Preparamos el bolso, viajamos muchos kilómetros, dejamos en pausa un montón de cosas para entrar a la cancha y dejar que este hermoso deporte nos llene de energías y nos desconecte de una realidad, o simplemente nos conecte a otra.
Pero esta naturaleza me obliga, de cualquier manera, a pensar también que en la cancha no son solo treinta pares de botines y treinta camisetas de dos colores disputándose el honor. Existe además un impartidor de justicia que casual y circunstancialmente se ha reunido en el mismo lugar (y con sus propios dramas personales), a realizar un trabajo que le apasiona, aunque allí encuentre dificultades y pocas veces sea venerado por todos esos valores que llevamos como bandera.
Golpes de puño, insultos, corridas, situaciones angustiantes para la familia de los mismos. Los referees del torneo del interior las últimas semanas han sido ingratamente puestos en el centro de la escena, con variadas formas e intensidades de violencia por parte de jugadores y allegados. Y ante estos hechos no me queda más que preguntarme: ¿Estamos prestando atención institucionalmente a las premisas que cada club tiene como base? ¿La contención de los grupos humanos es suficiente o eficiente? ¿Enmarcamos el objetivo final por encima del bienestar de las personas?
Sin hacer reparo en ninguno de los eventos ni intentando culpabilizar a nadie, es preciso que cada club revea su situación y evidencie todo acto potencial de indisciplina abordando la problemática. Cada club debe hacerse cargo de plantear claramente sus objetivos, debe evitar llegar a instancias en las que un jugador no pueda pisar más una cancha, debe contener el grupo humano y dar el ejemplo desde sus autoridades hacia la dirección técnica, los capitanes, la primera división y éstos a su vez ser el ejemplo de los más chicos.
Las instancias finales suelen exaltar los ánimos, pero de ninguna manera podemos dejar que la violencia nos arruine la fiesta que cada domingo se celebra en una cancha de rugby. El respeto y el miedo jamás pueden ir de la mano, y el referee como ser humano debe poder sentir que es parte de esa celebración que nos regala el Rugby, que puede elegir un domingo tras otro ser parte de un deporte que le da más de lo que le quita, que recibirá de cada jugador y a pesar de sus errores y decisiones un apretón de manos y un agradecimiento, para fomentar la confianza y las ganas de ser mejores desde el lugar que ocupa, esperando a futuro, que donde sea que la vida nos vuelva a cruzar, en la calle, en la cancha o en un tercer tiempo, cada uno pueda ir con la frente en alto profesando los valores del rugby con verdadero compromiso…
El compañero se respeta. El rival se respeta. El árbitro se respeta. La ovalada se respeta…