Hablar de Eduardo Mir, en el ámbito del rugby entrerriano, no solo es referirse al Club Universitario de Concepción del Uruguay (CUCU). Su nombre es sinónimo de vigencia, disciplina y respeto en toda la provincia, el Litoral e incluso un poco más lejos.
El uruguayense, ‘Lalo’ -como lo conocen todos- nació el 14 de abril de 1971 y su vínculo con el rugby llegó a raíz de sus hermanos, allá por la década del ’80. El forward vivió desde adentro la evolución del deporte y los cambios que hubo en la provincia, desde la desaparición incluso de la Unión de Rugby del Río Uruguay, pasando por las entidades que antecedieron al CUCU, como Tacuara y Barbarie.
El tercera o segunda línea -según la necesidad del DT que lo dirija- representó además en numerosas oportunidades a los seleccionados de la Unión Entrerriana de Rugby, tanto en el Campeonato Argentino como en el Seven de la República, certámenes que, según contó, le dejaron muchísimos amigos.
Casado con Carina, papá de Serafín (22), Ana (18) y Salvador (11), Mir, con 53 años, todavía se encuentra motivado para seguir luciendo la camiseta de su club y es en la actualidad, el jugador en actividad con mayor cantidad de temporadas ininterrumpidas del país. “Mientras el cuerpo me dé y me siga divirtiendo, pienso seguir jugando”, admitió.
Como si todo eso fuera poco, desde hace tres temporadas, Eduardo Mir comparte cancha con su hijo mayor, disfrutando a la vez de los entrenamientos, viajes, vestuarios, del Tercer Tiempo y de la mística de un deporte cada vez más popular.
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UN LEGADO
Dueño de un estado físico privilegiado, el entrerriano es al mismo tiempo una de las personas más queridas en el ámbito de la ovalada por su sencillez y humildad.
“Sin dudarlo lo mejor que me ha dado el rugby, son los amigos que tengo en distintos lugares del país incluso”, contó en diálogo con MIRADOR ENTRE RÍOS.
Con cerca de 35 temporadas consecutivas en el rugby, el uruguayense prevé dejar un legado, para el día que decida colgar los botines. Serafín Mir, camada 2002, su hijo más grande, disfruta a pleno sus días con él en el Plantel Superior del CUCU.
“La camiseta está por delante de todo. El entrevistado en este caso, soy yo, quizás por los años que tengo jugando, pero atrás de cada club hay mucha gente que trabaja, que nadie los conoce y son la esencia de cada entidad. Los clubes con todos esos anónimos, son los que crecen”, señaló y agregó: “Jugar con Serafín puedo decir que es un placer gigante. Por, un sueño para mí, es que mis hijos sean felices. Ya sea decidiendo estar dentro o no de una cancha de rugby”, concluyó.
ENTRE PADRES E HIJOS
A lo largo de la historia en Entre Ríos ha habido distintos ejemplos de padres que vieron acción oficialmente con sus primogénitos. Entre otros casos, en los últimos años se encontraron en el Plantel Superior del Club Tilcara, Eduardo Squilaci con sus hijos Renzo y Gastón; Dardo con Federico Chaves y Gabriel con Facundo Marchetta.
En el Paraná Rowing Club, Juan Carlos Lerena se dio el gusto de compartir pasajes únicos junto a sus hijos Lucas e Ignacio.
Mientras que en el Club Atlético Estudiantes, un referente como Juan Antonio Rosas Paz se entrenó, aún retirado, para volver a ficharse y llegar a jugar con Juan Segundo.
Asimismo en Viale, Luis y Mariano Comas fue la dupla padre-hijo que prevaleció en Camatí.
Compartir la cancha con un hijo, sin lugar a dudas debe ser una de las mayores satisfacciones que puede llegar a ofrecer el deporte y por el espíritu especial que ostenta el rugby, probablemente esa alegría sea aún superior. Se vendrán, seguramente, más casos de estas características en los próximos años.