Al igual que las demás disciplinas deportivas en el país, el rugby sufrió los avatares de la pandemia y en Entre Ríos este año atípico no hizo excepciones.
La falta de actividad golpeó a la disciplina y caló hondo en las arcas de muchas instituciones que pese al esfuerzo, no pudieron mantener el ascendente caudal de jugadores que registraban temporada tras temporada al menos, durante los últimos años. Muchos jugadores se entusiasmaron en los primeros meses con los entrenamientos virtuales aunque a las pocas semanas, sin partidos en el horizonte y carentes de la posibilidad de practicar de manera presencial o de reencontrarse, la novedad dejó de ser llamativa y el incentivo fue dilapidándose paulatinamente.
No obstante, el mayor aspecto para destacar, fue el de los planteles de diferentes puntos de la provincia que salieron a la carga en pos de ayudar a la comunidad. El fin fue tender una mano a quienes más lo necesitan. La solidaridad es uno de los valores sobre los que hace énfasis el deporte y a lo largo y ancho de la geografía provincial, este ejercicio se puso en práctica durante todo este período.
Sin esperar nada a cambio, con la simple intención de brindarse desde el corazón, jugadores, dirigentes, entrenadores y distintas personas allegadas al rugby de todo Entre Ríos manifestaron su costado solidario de loables maneras, respaldados por sus respectivos clubes.
Donaciones de sangre, ventas benéficas, cocinas solidarias, ollas populares, colecta de ropa y alimentos entre otras acciones fueron constantes.
En tanto, la Unión Entrerriana de Rugby, desde su lugar, acompañó y respaldó a sus instituciones.
EN FOCO
Otra historia fue, desde el plano nacional. Ahí, el panorama fue muy diferente. La palabra “rugby” estuvo en el ojo de la tormenta al menos hasta que el coronavirus copó todas las portadas. Y, volvió a estarlo, cuando la necesidad quizás de tapar de algún modo problemáticas mayores que aquejan a la sociedad argentina llamó a la puerta.
Sin embargo, lejos de desentenderse de todas las cuestiones que atañen en una u otra medida al deporte, la Unión Argentina de Rugby (UAR), con aciertos y errores, tomó cartas en el asunto.
El asesinato de Fernando Báez Sosa sucedido en enero durante la movida nocturna de Villa Gessell, que involucró a jóvenes quienes estuvieron en distintas etapas de sus vidas vinculados al rugby, fue el primer llamado de atención.
Tras ese lamentable episodio, la UAR dio a conocer a mitad de año “Rugby 2030, hacia una nueva cultura”. Se trata de un programa que tiene como objetivo reconocer, responsabilizar y resolver la conflictividad relacionada con el rugby en Argentina, buscando crear una nueva cultura acorde a los tiempos que corren, reduciendo la violencia en todos sus aspectos.
En ese sentido, el deporte comenzó a hacer una fuerte autocrítica. De hecho, hasta de carácter ejemplificador.
La iniciativa abarca 24 módulos que se implementarán durante dos años y que involucra a todas las partes de este deporte en el país: directivos, entrenadores, jugadores, familias, uniones y clubes, hacia una transformación profunda en estos tiempos que corren. Esta temporada hubiera sido la primera en la que se pusiera en marcha aunque el cierre de los clubes lo impidió.
Por otra parte, la temporada se caracterizó por el éxodo. La pandemia y el golpe al Súper Rugby, sumado a la crisis del país, hizo posible que los profesionales argentinos se vieran seducidos por la competencia y la economía foránea, para migrar con destino a Francia, Inglaterra y Australia. Algunos fuera del sistema UAR, lo hicieron también rumbo a Estados Unidos, Canadá, España e Italia.
EL BOOM MEDIÁTICO PUMA
En lo profesional, luego de varios meses de entrenamientos domésticos, Los Pumas volvieron a la carga. Con prácticas sin contacto en Buenos Aires, luego con movimientos de pelota en Uruguay y posteriormente enfocados de lleno en Australia, llegó el tiempo de afrontar a como diera lugar el Tri Nations. Con la mitad del plantel en Europa y la otra en nuestro país, el seleccionado argentino completo se encontró recién en la tierra de los Wallabies y desarrolló un torneo histórico.
Sin embargo, algunas manchas en el camino -excediendo lo deportivo nuevamente- hicieron que el disfrute no haya sido pleno.
El homenaje ofrecido en primer término a raíz de la muerte de Diego Maradona en Australia, al que no adhirió la mayoría de la gente que denotó su rechazo a través de las redes sociales fue un tema que ocupó mucho espacio en los medios. Más allá de que en el país, sucedían -y suceden- hechos mucho más importantes para la vida de los argentinos.
Posteriormente, salieron a la luz los despreciables tweets xenófobos y racistas de algunos jugadores -entre otros del capitán Pablo Matera- que habían hecho en su adolescencia. El rugby, siguió en las primeras planas, más allá que de rugby propiamente dicho, había muy poca tela para cortar.
Como correspondió, la UAR volvió a hacerse eco del problema.
A FUTURO
La incertidumbre continúa siendo un denominador común al momento de referirse a la pandemia. Es toda una incógnita saber cuándo volverá el rugby a Entre Ríos.
En Buenos Aires la acción oficial retornará en abril, pero en el Litoral, aún no hay nada concreto.
En lo inmediato, el propósito será capitalizar la experiencia de un año absolutamente diferente. Tomar la crisis como una oportunidad. Habrá que ver cómo este aprendizaje se traslade a los clubes y cómo se manifieste en el juego después de tanto tiempo de inacción.
Lo cierto es que concluye un año difícil pero el ideal, para la reflexión y la jerarquización y puesta en escena de los valores, que transmite tanto el rugby como otros deportes y que tanta falta hacen hoy en día.