El Seven de Mar del Plata tuvo desenlaces que en nada se parecieron en los torneos reservados para clubes y selecciones, respectivamente. En el primero, fue campeón el de siempre, el mejor de todos en Argentina: Duendes de Rosario. En el segundo, se dio la máxima sorpresa desde que se juega este certamen costero. El campeón fue Chile, que tuvo un torneo de película. Federico Romagnoli, desde Mar del Plata.
La de hoy no fue una vuelta más para Duendes. La de esta noche se la dieron en la cara al rival de siempre, a pesar de que desde el 1999 no había registro de partidos oficiales en plantel superior.
Capricho del destino, el cotejo que se negaba a llevarse a cabo desde hace 14 años se dio a 10 horas de colectivo de Rosario, en el formato de juego reducido, casi sin rosarinos en el Minella y sin transmisión televisiva en vivo. Así fue que cientos de tipos, tal vez un poco más de un millar, estuvieron pendiente de cada tweet de los pocos cronistas presentes en el estadio marplatense. Las formas de tener la información fresca, el minuto a minuto, se redujeron con exclusividad a mensajes de 140 caracteres publicados en redes sociales.
Fiel a su otra costumbre de ganar, los de Las Delicias también respetaron las formas. De menor a mayor e implacable en el cotejo decisivo. Comenzó siendo mejor Plaza, pero el 7 a 0 fue un espejismo. Apenas duró hasta que una de las carreras largas de Carrió se transformó en puntos. Luego Duendes fue el de todas las instancias decisivas. Minucioso en el control de la pelota y efectivo cerca de los ingoales. Aunque lo escribimos en plural, la meta visitada fue sin excepción la del Atlético de Rosario.
Tal fue el lucimiento de los verduleros que terminaron poniéndonos complicado el asunto de elegir al MVP. Para nosotros fue Fulco, que apareció en las complicadas frente a U Católica y Biguá. Cuando las papas quemaban ahí se hizo presente con puntos y juego. A pesar del destaque del apertura, otros deslumbraron en la final. Juan Rapuzzi apoyó tres veces y Pitu Miralles dos. Resta sumó (?) muchos porotos para ser la revelación del torneo. Carrió e Imhoff cumplieron y desnivelaron casi siempre. Galatro no se equivocó nunca. En definitiva todos sumaron para que el tricampeón redondeara una actuación magnífica en el cotejo decisivo, con paliza y carro incluidos.
Muestra de todo lo descripto es el score final: 38 a 7, el más amplio de todo el torneo. Justo entre dos rivales de siempre, que por capricho del destino y de uno de ellos, nunca se encuentran.
You can not be serious
Un cineasta medio pelo podría hacer un 30 x 30, de esos que salen en la señal alternativa de ESPN, con la historia de estos chilenos que dieron el golpe más inesperado de todas las ediciones de este seven. Si la lluvia hubiera concretado los amagues de la tarde, el final de la final era digno de una ficción.
Ninguno de los cotejos del campeón se definió antes de la jugada que dio conclusión a cada uno de ellos. En el primero hubo try de scrum robado para vencer a Santa Fe. En el segundo derrotaron por primera vez al campeón argentino, con un penal de drop agónico. Ante Mar del Plata, en su único revés, recibieron el try que decretó el 17 a 12 en la maniobra final. Frente a Entre Ríos, González Leites apoyó en la última y le dio la oportunidad de obligar un suplementario al pie de Zabalegui. El envío pasó por fuera del primer poste y así la roja se metió en la final. Sufriendo a más no poder y con festejo ante todos, salvo los locales.
El cotejo decisivo parecía la oportunidad de revancha para Buenos Aires. El equipo Cohen (sin la compañía de Gómez Cora en el banco) buscaba ganar tres de los grandes torneos de la temporada de juego reducido. Ya tenía en el bolsillo la República y Punta del Este. A Mar del Plata arribó con un plantel que repitió una base de jugadores en cada certamen. Justamente frente a Chile había el perdido el invicto conseguido en sus dos vueltas anteriores. Ese era otro motivo más para planear una venganza perfecta, que incluía arrebatarle la ilusión a los humildes para devolverle el goce a los poderosos.
Tal era la confianza que se tenía en el nivel exhibido por la URBA en el segundo día de competencia que hasta habíamos elegido anticipadamente a Marcos Bollini como jugador más valioso del seven. Durante 18 minutos la decisión de que el premio vaya para el medio scrum se mantuvo firme. A poco menos de 120 segundos del final el jefe de prensa del torneo andaba desesperado averiguando por handy cómo se llamaba el 5 de Chile. El 5 rojo, Matías Nordenflych, fue MVP durante un par de minutos. Finalmente el galardón lo recibió Felipe Brangier.
¿Qué había hecho “el 5” para cambiar todas las voluntades periodísticas de un sacudón? El try de su vida. La tomó metros antes de mitad de cancha con una marca encima. A ese primer defensor le ganó en velocidad, al igual que al siguiente, a pesar del camiseteo que casi lo detiene. A Joaquín Paz lo eliminó con un golpe tan fuerte que lo sacó de la cancha en camilla. A Tomás Mac Gaw lo burló con un cambio de paso ya dentro del ingoal. Este último movimiento antes de apoyar con una palomita fue de vital importancia. Hasta entonces todo estaba 12 a 7 a favor de Las Águilas. Chile necesitaba imperiosamente de la conversión.
La patada de sobre pique bajo los palos fue la parte del guión que redactó Soriano. Sin mucha orginalidad la podríamos titular “La conversión más larga del mundo”. Es que aquel golpe a Paz había obligado a ingresar primero a los médicos y luego a la camilla para retirar al jugador del campo de juego. Entre que Nordenflych apoyó y el momento en que Chile pasó al frente pasaron unos cuantos minutos. Varios más de los que le restaban al partido. Como habrá sido la desesperación de los cóndores para que el duelo finalizara que todos los que llevaban la camilla vestían una camiseta roja.
Era sacar y pelear la pelota arriba. La bola casi no tuvo recorrido en el aire. Pifió el ejecutor y hubo free kick para Buenos Aires. Los porteños arrinconaron a Chile en su ingoal. Lo pusieron contra las cuerdas. Estuvieron a centímetros. Pareció que llegaban. Algunos pidieron desesperados la hora. No había margen para errores ni infracciones que permitieran pedir palos. Se escapó Güemes por la punta. Lo tacklearon. Pareció que llegaba Zanini a apoyar contra el poste, pero lo frenaron de a dos.
Ahora sí, en esta tiene que ser try de Camacho por afuera. El wing tira la media luna. El defensor lo mide. Flota la marca. Camacho lo quiere desbordar. El chileno le lee las intenciones. Lo arrincona y el tackle es doble. Mitad del de rojo y en partes iguales del mejor defensor del mundo todo, la línea de touch. El de Hindú pisa afuera. El lineman alza la bandera y acto seguido el árbitro decreta el final. *
Ni los mismos Chilenos creen lo que consiguieron. Algo tiene que haber salido mal. Brangier sostiene el premio que los periodistas tuvimos que reformular con sincera desconfianza de que sea para él. Llegan sus compañeros al podio. Allí da inicio un breve y desahogador festejo.
Los trasandinos no dan la vuelta olímpica. Todo el público está donde ellos recibieron el trofeo. Es una pena que no hayan recorrido todas las tribunas. Hubiera sido un final mucho más cinematográfico, digno de una película que costará hacerle entender al espectador que estuvo basado en hechos reales.
*Sabemos que no corresponde el uso del tiempo presente de los verbos. Nos tomamos el atrevimiento para intentar transmitirles la tensión de los últimos instantes de la final.