Opinión desde Córdoba. Jorge Mazzieri
Lo que no se podía hacer, tal vez para los que así pensaban se trataba en realidad de lo que no se debía hacer, en este 2012 se está haciendo. La conjugación, en un verdadero juego de palabras, es lo que me sale en estos días desde mi entidad periodística y es la respuesta que ofrece la realidad del rugby argentino. Se trata de lo que hasta el año pasado se intentó prohibir. Y es que hoy el rugby argentino ingresó por fin a la competencia internacional haciéndolo con equipos cuyas alineaciones suman buena parte de su potencial.
Casi de manera simultánea, varios países verán escuadras, con distintos nombres, luciendo la camiseta argentina. El Circuito Internacional de Seven, Los Pampas en Sudáfrica, Los Pumas con sus ventanas y el próximo Cuatro Naciones, Los Jaguares en Rumania y el Seleccionado Sub 20 en la semifinal del Mundial, son equipos que se conformaron, mayoritariamente, con la suma de jugadores que lo están haciendo en nuestro país. Esto echa por tierra lo que se intentó implantar en Buenos Aires. Se trataba de que los jugadores con preparación especial para integrar la plantilla internacional no pudieran, a su regreso, participar en los equipos de sus clubes. No fue así. Si bien no lo harán a calendario completo, sí volverán a sus vestuarios, esos a los que ingresaron cuando eran niños y desde donde crecieron sus sueños. Hoy, ya mayores de 20 se mezclarán en el club con sus viejos amigos. Estos, los clubes de la geografía argentina, todos juntos, son la usina generadora de la Energía Nacional (la pongo con mayúscula y no es exageración) que no tendrá que detenerse jamás.