Época de Seven

Como todo fin de año en todas las provincias se cierra el año rugbístico con los seven de las distintas categorías, generalmente desde m-15 hasta primera.

En algunos casos suele extenderse al verano con los ya tradicionales de playa y clubes en Mar del Plata, Reñaca (Chile), entre los más destacados. Y hasta hay versiones sobre nieve.

Esta particular y exigentísima modalidad que ofrece el rugby requiere de mucha preparación física y de condiciones distintas a la del rugby tradicional o de 15 jugadores, en cuanto a destrezas, habilidades y velocidad, tanto individualmente como la coordinación de las jugadas.

El juego de Seven por eso no tiene el mismo espíritu que el de 15, es muy rápido, técnico y mucho más enfocado en el juego que en otra cosa. Se juegan partidos de 7 jugadores por equipo (planteles de 10 o 12) y de 7 minutos por tiempo (salvo en la final que duran 10’), por lo que se le da el nombre de Seven a Side, y por lo general suelen durar una jornada o un fin de semana, tanto los de clubes como los de seleccionados (salvo el circuito internacional de Seven, que son varias etapas).

Con sólo 3 forwards y 4 backs y mucho espacio por explotar/cubrir, no es de extrañar que el juego sea muy dinámico y de que se tienda más a buscar el espacio, la diferencia numérica y desnivelar la defensa rival en base a habilidad y velocidad, más que formaciones fijas (muy breves y de poco desgaste) y móviles (a lo sumo se trata de involucrar 2 y excepcionalmente 3 jugadores). Estas singulares características hacen que este tipo de juego les sienta mejor a los backs en general y a la tercera línea, pudiendo llegar a jugar algún 2da o primera de mucha movilidad/destreza.

En el seven un tackle errado se traduce por lo general en un try en contra, y un jugador que ‘se corta’ termina, muy probablemente, en try la jugada. El juego requiere de mucha precisión en los pases y es frecuente ver pases muy largos, poco ortodoxos, con la mano, con el pie. El pie bien usado con jugadores muy veloces en cancha es un recurso muy usado, sobre todo buscando el desequilibrio del wing (buscándolo el apertura o demás compañeros, o él mismo con un rastrón, sombrero, kick más o menos largo según la decisión/circunstancias). Hay mucha más situación de off load (pase sobre el tackle, cabe recordar la reciente elección del octavo neocelandés Kieran Read como el mejor rugbier del mundo ’13, que entre sus principales atributos figura el off load), ya que se busca la continuidad del juego (en el Seven sí que son espontáneas las formaciones, hasta las fijas suceden en pocos segundos). Y el transmitir la pelota soportando el tackle, es una de las destrezas más destacadas en un jugador, ya que tiene que tener un ‘tercer ojo’ al momento de desprenderse de la pelota, y previamente, un panorama de 360° antes de tomar contacto con la marca, para de este modo, saber que puede transmitir la pelota, y a quién. Pero el jugador de seven de raza es aquel al que pocas veces lo toman o tacklean con la pelota. Tiene esa habilidad para pasarla al mejor receptor en el momento justo, crear ese espacio, armar la jugada, o bien mandarse él mismo seguramente gracias a alguna finta (ida o ida y vuelta), quiebre de cintura, cambio de ritmo (hay jugadores que frenan y arrancan de una forma más que admirable y que desairan a cualquier intento de marca), un pique corto, … , todos, recursos de alto nivel que le posibilitan al jugador y a su equipo, destacarse en esta disciplina.

La adrenalina, la velocidad, tackles por doquier, amagues, despliegue de destrezas de las más variadas y vistosas, pinceladas de arte dentro del deporte, rauda toma de decisión y en forma constante, cruces, cambios de paso, potentes penetraciones sobre los ‘huecos’ creados o producidos merced a la jugada ensayada, combinaciones varias y tratando de confundir a la despierta y no menos creativa marca, tomar/pescar pelotas desde el piso y a la carrera, etc., son moneda corriente en este tipo de torneos.

La cobertura de la cancha, de los espacios, es todo un tema. Con el tiempo, el medio scrum se ha transformado en una suerte de ‘full back del seven’, aunque en realidad tiene que desempeñar un rol polifuncional (en rigor de verdad cualquier jugador de esta modalidad es o debiera ser lo más completo posible), pero en cuanto a la parte táctica, sobre todo en lo que respecta al ordenamiento (o reordenamiento) defensivo del juego, el 9 suele ubicarse en una posición algo retrasada (si se pierde la posesión de una fija o móvil rápidamente sale a cubrir el fondo), sea para contrarrestar el efecto de un kick (o directamente desalentar al rival a que haga uso de esa opción), o bien como única opción de doble línea de defensa (ya si lo desbordan/superan a él la jugada terminará en try lo más probable).

La preparación física específica para el seven ha dado un salto exponencial los últimos tiempos. Nada que ver a los entrenamientos de hace unos años. Fruto de estudios y ciencia/tecnología aplicadas, hoy los jugadores cuentan con recursos y planes de entrenamiento de avanzada (en todo caso el tema pasa por la voluntad/disponibilidad de los jugadores para entrenarse correctamente y la asequibilidad para todos por igual).

Se destaca mucho el jugador veloz, hábil, pero sobre todo el cerebral. Hay jugadores capaces de cambiar el frente de ataque de ‘vereda a vereda´ , habilitando (bah, sirviendo el juego!) a un compañero que seguramente quedó ‘descansando’ o, más elaborado y ya tal vez en el plano internacional, de manera ex profesa (haciéndose el gil como quien diría): el juego transcurre próximo a un touch (entre 2 o 3 jugadores) y de golpe el portador de la pelota frena (sea que se percató de antemano de la situación o bien siguiendo una jugada cantada), hasta a veces retrocede algunas yardas para asegurarse no ser tackleado y saca un pase de 20 yardas y hasta más (tal vez pique un par de veces, no hace al desarrollo de la jugada) con la mano o con el pie (en muchos casos si uno no viera el origen del pase, difícilmente pudiera darse cuenta con que parte fue ejecutado: el famoso pase ‘como con la mano’), que descoloca totalmente a la ‘estirada’ y, de este modo, permeable defensa. Es un ejemplo claro de aprovechamiento total del ancho de cancha, que entre 7, son varios metros a cubrir para cada uno. No obstante, para esto es necesario tener jugadores con destrezas muy depuradas, pero sobre todo, ningún inconveniente para ejecutar pases para ambos lados y desde cualquier lado. Si hay buena sucesión de pases en el seven la jugada inexorablemente terminará en try.

En un Seven bien jugado, de alto nivel, se ven maravillas, y pasan los años y torneos y siguen apareciendo de la galera nuevos artilugios de estos verdaderos magos de la ovalada.

Es cierto que el seven no convoca tanto público (una excepción probablemente sea el Seven de la República, próximo a disputarse en su 30° edición, ya promocionado en otros espacios de tercertiempo), que el juego reducido, como también se lo conoce, no tiene esa mística, esa impronta del juego de 15. Por eso es también que se juega al final de temporada (como complemento y cierre) y donde ya muchos  han guardado los botines o por lo menos ya no vuelven a pisar una cancha de rugby hasta el otro año. Es un plus para los talentosos, aunque ahora también esté la versión de Seven de gordos (algunos muy habilidosos y hasta con su velocidad por cierto), como para que nadie se quede con las ganas de jugarlo!

Gracias y a disfrutar del Seven sea como jugadores o espectadores, que se aprende mucho sobre el juego.

 

Por Mariano Lemoine, desde Mendoza, especial para Tercer Tiempo

 

 

Opinión

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