Para responder a esta pregunta, tal vez debamos empezar por matizarla. A lo que nos referimos es si existen algunos constructos psicológicos que sean más comunes entre los jugadores de este deporte. Es decir, si las características de esta disciplina atraen y mantienen a unos sujetos que tienen determinados rasgos de personalidad y si hacen poco probable que otros puedan iniciar o perdurar en esta actividad.
Miguel Ángel Fernández Macías, que pertenecía en ese momento a una de las secciones de la Universidad de Huelva, concretamente a la de Psicología del ejercicio, el deporte y la salud, además de ser Doctor en Alto Rendimiento Deportivo, quiso aportar cierta luz al respecto en un artículo de hace poco más de tres años.
En dicha publicación, se atribuyen diversas variables psicológicas a los practicantes del Rugby. Entre ellas, destaca la Dureza Mental, como elemento que les ayuda a manejar emociones como la frustración, el temor o la ira, al tiempo que favorece el control de la atención, la actitud o la motivación. Por otra parte, denotan altos niveles de autoconfianza, autodisciplina y autocontrol, destacando su concentración y la resistencia a elementos adversos, además de cierta atracción hacia las actividades desafiantes.
Probablemente, la naturaleza de este deporte, con su exigencia física y la dureza de su desempeño nos hagan pensar que estas conclusiones son, en cierta medida, lógicas, y que alguien que no posea estas características difícilmente va a tener cierta continuidad en esta disciplina. Sin embargo, y pese a que falta más literatura científica al respecto, es interesante ver que determinadas variables son más comunes de lo que nos podíamos pensar a la hora de resolver la duda sobre si existe o no un perfil determinado de deportista vinculado al Rugby.
De hecho, si preguntásemos a los profesionales del universo deportivo, sus repuestas podrían ser de lo más variadas. Pongamos, por ejemplo, a Ramón Colillas, español graduado en Ciencias del Deporte que tenía como sueño ser jugador profesional de fútbol (actividad en la que llegó a ser entrenador), y que ha acabado por alcanzar la fama en una disciplina bien diferente: el póker. En cambio, otros miembros de los cuerpos técnicos o especialistas deportivos, como el caso referenciado de Fernández Macías, tienen una opinión diferente; pero lo cierto es que el cambio de una disciplina a otra, aún siendo profesionales, es más habitual de lo que pensamos: los luchadores de las MMA no solo vienen de artes marciales y deportes de contacto diversos, sino que algunos llegan de otros mundos, como en el caso del norteamericano Eryk Anders, ex jugador de Fútbol Americano y actual luchador de MMA.
Pero eso no significa que el cambio de una disciplina a otra invalide lo afirmado por Fernández Macías en su artículo. No estamos hablando de que un deportista nazca para practicar un deporte y ninguno más, sino de que la práctica de una actividad correlacione positivamente con determinadas variables psicológicas, que perfectamente pueden ser compartidas por otros deportes.
Y por supuesto, tampoco afirmamos que un equipo deba ser tratado como una masa homogénea por el hecho de compartir determinadas características individuales. Cada sujeto las poseerá en mayor o menor medida, además de tener otras diferenciales. Como afirmaba el psicólogo Mariano Jauregui en una entrevista concedida a nuestra web: “ …se debe dar el asesoramiento debido a cada equipo, a cada jugador y a cada institución en particular.”
Por otra parte, y al hilo de lo que acabamos de mencionar, estas conclusiones del estudio abran la puerta a un tipo de intervención grupal (además de la ya expresada y necesaria individual). Fernández Macías cita, entre otras, la cohesión grupal y el liderazgo, el establecimiento de objetivos e intereses grupales definidos, la mejora en la comunicación y la resolución de conflictos; todos ellos aspectos relacionados tanto con las características psicológicas mencionadas como con las particularidades de este deporte.
De esta manera, se pueden delimitar algunas actuaciones y buscar técnicas concretas para las mejoras, tales como “Role-playing”, ejercicios de visualización, aportaciones en grupo, etc. También es interesante ahondar más en las conclusiones del citado artículo y completarlo con una muestra más amplia.