Un partido, un torneo o incluso una situación de juego determinada (por ejemplo una conversión) puede ser recibida por el jugador de dos maneras diametralmente opuestas: como una amenaza o como un desafío. Si se recibe como “una amenaza” el jugador se llenará de presión. Quedará paralizado, temeroso, falto de confianza y rodeado de emociones negativas. Por el contrario, si la tarea se toma como “un desafió” entonces el jugador no sentirá presión alguna sino una gran motivación. En este caso, el jugador se empapará de pensamientos positivos y estará en condiciones de elevar su rendimiento deportivo.
Continuamente oímos hablar de la palabra presión, pero ¿qué es realmente la presión?
En principio, no es un objeto físico concreto y tangible. No la podemos ver ni la podemos tocar, pero sabemos que existe porque condiciona las conductas y el juicio de las personas. La presión es una sensación psíquica, es netamente psicológica, lo que no quiere decir que no tenga existencia real.
Psicológicamente, la presión es una tensión de opuestos que fuerza una reacción en un momento de definición. Es un forzamiento. La presión psicológica entonces debe distinguirse de la presión en sentido estricto que es la acción y el efecto de apretar o comprimir.
Es importante señalar que los factores que generan presión en un deportista no pueden calificarse objetivamente en una escala según el grado de presión que representan.
Así, no puede decirse, en principio, que una determinada acción produce mucha o poca presión, porque es posible que para algunos ese mismo acontecimiento genere una presión intolerable y para otros no produzca presión alguna. Es decir, no puede hablarse – en principio – de que un acontecimiento puntual produce mucha o poca presión, ya que ello es subjetivo y dependerá del sujeto que la reciba.
Alguien dijo alguna vez, “no hay problemas grandes o problemas chicos, sino que simplemente hay problemas”. Así, a secas.
En igual sentido, no hay presiones grandes o presiones chicas, hay simplemente acontecimientos o circunstancias que generan presión y ellas tendrán la entidad que el sujeto involucrado les otorgue. Por ello, para un jugador una patada al touch en el último minuto puede representar una enorme presión y para otro una conversión decisiva tal vez no signifique tanta presión.
En resumen, no se puede otorgar a los hechos un nivel de presión determinado, porque ello resulta absolutamente subjetivo y dependerá del deportista involucrado.
Por otra parte, la presión que recibe un jugador puede ser: exterior o interior.
La presión exterior representa “el poder del Otro” sobre el sujeto. Ésta puede ser ejercida, por ejemplo, por los padres, familiares, entrenador o compañeros. Sin embargo no se agota en las personas sino que también otras circunstancias pueden ejercer presión sobre el jugador. Por ejemplo, cuando un equipo va perdiendo y está desesperado por que se termina el partido es el tiempo el que le está ejerciendo fuerte presión porque condiciona su desempeño.
La presión interior está representada por el poder o la fuerza de las pasiones sobre el sujeto. Ello significa que el mismo jugador es el que se pone presión asimismo.
Así, el miedo a ser juzgado o a ser puesto en duda hace que alguna vez muchos jugadores duden de sus posibilidades y pierdan confianza en sí mismos. Pueden estar auto presionados por creer no estar a la altura de las circunstancias y por ello desarrollan un sentimiento de inferioridad.
El miedo al fracaso y a decepcionar a su entorno y allegados puede generarles enorme presión.
La presión interior es la más difícil de manejar. Encontramos allí, la ambición personal, la ansiedad, el nerviosismo, el miedo, el deseo de ganar, etcétera. La ansiedad como presión interior, por ejemplo, no permite al jugador esperar el momento oportuno.
Los futbolistas profesionales en la ejecución de penales sufren de ansiedad como consecuencia de la presión interior.
Por otra parte, la presión excede al deporte y se encuentra en todos los órdenes de nuestra vida (un examen, una entrevista laboral y muchos otros escenarios). Es decir la presión no es propia solo de los deportistas, sino de todas las personas en cualquier ámbito que sea, ya que forma parte de nuestra vida diaria.
Es una realidad, que la presión que se ejerce sobre un deportista es muy fuerte.
La presión es algo que uno se impone a sí mismo, por eso esta en cada uno eliminarla. La presión es un obstáculo que el jugador debe aprender a sortear y tratar de manejar en su beneficio. La fortaleza mental permite justamente disminuir o suprimir las consecuencias negativas de la presión.
Además, ningún jugador, incluso los que tienen gran fortaleza mental, juega bien bajo presión. Lo que hacen los fuertes mentalmente es lograr controlar esa presión. Es decir, todos los deportistas, incluso los grandes campeones, han sufrido y sufren presión, pero estos son capaces de controlarla o dominarla.
En ese sentido, un gran campeón como el ajedrecista Garry Kasparov hizo referencia a la presión que recae sobre los deportistas en el mas alto nivel. Al enfrentar a la computadora Deep Blue en una competencia de ajedrez declaró: “ella no siente presión.”
Por ello, el éxito del deportista estará dado en gran medida a la respuesta que tenga frente a las situaciones de presión que, indudablemente, tendrá a lo largo de su carrera.
La forma en que un jugador pueda manejar la presión es una de las diferencias esenciales entre un jugador común y los grandes campeones. Los primeros disminuyen su rendimiento frente a la presión; se intimidan y se ponen nerviosos, mientras que los segundos “se agrandan”, aumentan su eficacia y mantienen la serenidad en los momentos críticos.
Es necesario para ello empaparse de energía positiva, es decir energizarse positivamente con emociones positivas como puede ser las sensaciones de diversión o de gozo.
La falta de confianza en uno mismo, el estrés y la ansiedad son las principales manifestaciones de la presión.
Por último, hay presiones negativas y positivas. Sin embargo, ambas pueden intimidar al jugador. Las primeras son comprensibles, pero las segundas existen por el temor a defraudar al otro. Así, una hinchada colmada en un estadio que alienta al jugador puede ser recibida como una presión negativa o como “una carga” si cree no poder satisfacer las expectativas y defraudarlos. Por el contrario, energizarse positivamente con el apoyo recibido es la respuesta positiva a esa presión.
En definitiva, está en el jugador transformar la presión que recibe en “un desafío” u oportunidad o en “una amenaza” para sí. Los grandes competidores son los que conviven con la presión y en cierta manera la disfrutan.
Jimmy Connors decía “donde hay presión hay una oportunidad”. El notable tenista, tomaba lo positivo de su presencia, en el sentido de que si no existiera una situación de presión, indudablemente será porque no habrá nada importante o valioso en juego.
Los que “no juegan por nada” son los que no tienen ningún tipo de presión, por ello la existencia de la presión tiene en cierta manera una arista positiva. El mensaje a transmitir es que si hay presión significará indefectiblemente que algo grande esta en juego.
Manu Ginobili es otro gran competidor que ha logrado convivir y disfrutar de los momentos de presión, porque son justamente esos momentos, los que lo hacen estar encendido, enfocado e híper-motivado.
Por Sebastián Perasso