Algunos con total liviandad; otros sabiendo de que están hablando se proclaman fanáticos de determinadas entidades deportivas. Es fácil advertir que pocos saben realmente discernir entre hinchas o simpatizantes y fanáticos, que no son lo mismo y que implican demasiadas cosas como para no diferenciarlos. Tercer Tiempo
Si bien muchos simpatizantes se mimetizan con un fanático y se proclaman como tal, sin siquiera saber el significado de la palabra, es muy peligroso para el deporte todo y en especial para el rugby, que no se separen las cosas.
El fanatismo ha llevado a la humanidad a guerras irracionales, a discriminaciones absurdas y a intolerancias desmedidas.
Una definición de “fanatismo” dice: “El fanatismo es una pasión exacerbada, desmedida y tenaz, particularmente hacia una causa religiosa o política, o hacia un pasatiempo o hobby. Léase deportes.
Consta de una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido y monomanía persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces indiscriminado y violento”.
Cada vez que las personas se unen para el deporte y el deporte une a las personas incluso separando sus creencias y opciones deportivas, el deporte crea un espíritu de equipo y la unidad que es bueno para el ego y todo lo que puede tener un impacto positivo significativo en los momentos negativos que pasan por todos. Sin embargo, todo lo que es en exceso no es bueno y el exceso se debe evitar, ya que mezcla el concepto de euforia deportiva con el fanatismo, el fanatismo y funciona casi como una obsesión mental, que sólo causa problemas para la humanidad, ya que no es nada sano, además de eliminar la esencia misma de lo que el deporte y los principios que deben ser removidos, ya que es de extrema importancia y pertinencia a la antigua máxima del juego limpio”.
Sería bueno saber de donde viene la palabra “hincha” para denominar al aficionado o simpatizante de una divisa.
El origen de la palabra hincha surgió en Montevideo, Uruguay, en los albores del siglo XX. Prudencio Miguel Reyes, talabartero de profesión, había sido contratado por el Club Nacional de Football para encargarse de las labores que hoy en día son cumplidas por los utileros. Se ocupaba entre otras cosas, de inflar con aire (hinchar) las pelotas de juego (también llamadas balón o esférico) antes de cada partido (por aquellas épocas aún no existían máquinas para hacerlo).
Reyes, además, se había vuelto un entusiasta seguidor de los «bolsos» y alentaba a su equipo con estentóreas arengas y gritos que sobresalían por encima de los de los demás simpatizantes.
Los comentarios de la gente no se hicieron esperar: “¡Mirá cómo grita el hincha!”, decían refiriéndose al utilero, por su tarea de “hinchar” los balones de juego. Y así fue como poco a poco el término se fue aplicando a todo aquel que durante los encuentros alentaba fogosamente a sus favoritos, cruzó rápidamente el Río de la Plata y llegó a Argentina para luego extenderse al resto del mundo llamando hinchadas a las barras.
Queremos más Prudencio Reyes, que alienten a sus equipos sin ocuparse del adversario; que no inciten a la violencia y que toleren los resultados deportivos.
Renegamos de los que siempre encuentran culpables para los malos resultados deportivos de su divisa; que tratan violentamente de imponer sus malas ideas sin respetar a nadie.
Algunos me podrán tildar de iluso, otros seguramente me denostarán por su fanatismo sin límites, yo prefiero decir las cosas como son, plenamente comprometido con mis convicciones y aceptando el disenso de quienes no piensan como yo, sin fantismo.