No importa el tiempo, ni el lugar. La pasión por el rugby se traslada desde un sitio a otro como lo hizo Nicolás Raffaele. Surgido en el Monte Grande Rugby Club, se mudó a Entre Ríos persiguiendo un amor y actualmente es un protagonista esencial del Colón Rugby Club.
El forward, una de las piezas fundamentales de la institución colonense, dialogó con Tercer Tiempo, repasó su historia deportiva, brindó sus impresiones acerca del recorrido que llevó a cabo y expuso sus perspectivas para el futuro.
SENSACIONES
En primera instancia, el jugador de 32 años, rememoró y habló de su génesis deportiva: “Soy de Buenos Aires. Tenía un tío que jugó muchos años en La Plata Rugby y siempre me hablaba sobre el deporte, nos contaba historias de los partidos, pero no conocíamos el rugby en mi familia. Me encantaban esos momentos y empecé cuando un compañero me invitó y junto a mi hermano, no dudamos en sumarnos a Monte Grande Rugby Club”.
Incursionó por primera vez en un vestuario a los trece años , y aseguró que fue “momento especial”. En este sentido, agregó: “Realicé el proceso de las categorías juveniles hasta que me llegó el momento de debutar en la Primera División. Jugué hasta mis veinte años de edad y fui a algunas concentraciones de la URBA. Una experiencia muy linda. Sin embargo, tuve que abandonar porque no me alcanzaba el tiempo debido a la facultad y el trabajo”, dijo.
En 2016, fue un año trascendental para su vida. Decidió dejar su ciudad natal para perseguir un amor y su cotidianidad tomó un rumbo diferente… hasta cambió de colores. “Me vine a vivir a San José por mi novia. Cuando llegué, traté de mantenerme activo físicamente, entonces jugué al fútbol y luego practiqué boxeo, pero me había quedado con las ganas de seguir compitiendo en el rugby. Continuaba con algunos cartuchos y comencé a averiguar dónde podía unirme, y me pusieron en contacto con los muchachos de Colón”, dijo el perro, y añadió: “Demoré en unirme por varias cuestiones. Me llamaron desde la institución para decirme que me sume y les comenté que ni siquiera tenía ropa para arrancar… solamente poseía un pantalón corto y una remera vieja – deslizó entre risas -. Así llegué al club y me recibieron de la mejor manera desde el primer momento”.
A pesar de ser parte de la entidad hace poco tiempo, Nico tiene un afecto particular hacia los colonenses: “Me encariñé rápidamente con la gente. Me abrieron las puertas y me hicieron sentir como si fuese mi casa desde el día uno. Confiaron en mí como jugador y ayudante en las divisiones juveniles”.
“Dicen que es difícil hacer amistades desde grande porque se conforman cuando compartimos aventuras siendo jóvenes. Sin embargo, cada domingo tenemos una aventura con el rugby dónde compartís la cancha con catorce hermanos”, señaló.
Nicolás tiene una hija de un año y medio. “Es el amor de mi vida, pero me vuelve loco”, indicó con un tono regocijo. En su rutina en la normalidad, ingresa a trabajar a las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde. Se marcha al gimnasio y después parte al club para laborar con los juveniles yel plantel superior. “Pero, si es un jueves, no se duda que metemos un asado”, concretó.
Por otro lado, con un acento de seguridad y orgullo, el tercera línea manifestó los puntos que resalta de la filosofía del rugby: “En cualquier Tercer Tiempo, encuentras a muchachos que están repasando situaciones del cotejo y riéndose. Los escuchamos y hablamos el mismo idioma que nos hermana y nos trae amistades. Después de sacrificarnos, sangrar por golpearnos y luego compartir un momento con tus rivales, generas amistades y es increíble. Muchas veces termina siendo sacrificado, pero cuando los gustos o la pasión están en el medio, no mide cuántas horas tienes que ir al gimnasio, entrenar o la alimentación. En un montón de oportunidades se pueden escuchar comentarios de personas que no se dedican a la disciplina y no entienden porque decidimos golpearnos o morirnos de frío”.
Por último, Rafaelle expresó los objetivos que se encuentran en su propia mirada y en la vista de Colón: “El proyecto es alargar la base de jugadores para ser aún más competitivos y terminar de asentar la cultura del club que se está llevando a cabo desde la comisión y el cuerpo técnico. Tratamos de transmitir el sentido de pertenencia con los valores del rugby, no solo por el deporte, sino por el sentido de integrar la institución y ponerlos por delante para que esté instaurado para siempre”.
“Existe un potencial enorme porque poseemos un gran grupo de trabajo y estamos para seguir creciendo. Me hace querer relacionarme a esta idea para aportar al progreso. De la manera que pueda, intentó dar mi grano de arena con predilección”, concluyó.