Ni el más pesimista de los argentinos podía vaticinar en la previa al partido, una goleada tan abultada como la registrada el pasado sábado por parte de los All Blacks sobre Los Pumas, por 54 – 15, en el estadio Único de La Plata.
Es cierto que antes del comienzo del Rugby Championship, la incertidumbre por cómo sería la performance nacional midiéndose en un certamen regular ante las potencias del rugby, era una constante en las personas ligadas a este deporte.
Sin embargo, con el correr de los encuentros el rendimiento del seleccionado fue de menor a mayor, demostrando en pasajes de cada partido que disputó, ser superior al rival.
En el comienzo del segundo tiempo en Ciudad del Cabo, ante Sudáfrica; en el primer período ante los Springboks en Mendoza; en parte de la primera etapa frente a Nueva Zelanda en Wellington y durante los minutos iniciales de la segunda parte del match con Australia en Gold Coast, Argentina demostró jerarquía y nivel de adaptación en un cónclave sumamente duro, que por primera vez tiene la oportunidad de participar de manera regular.
En el presente campeonato de las cuatro naciones, se aprovechó para variar la estrategia de años anteriores en cuanto al planteo táctico, buscando generar ocasiones en pos de atacar los espacios desde propias posesiones, tal como lo hacen los mejores conjuntos del mundo.
Era previsible que la victoria tarde en llegar y que las dificultades pesen.
Los cambios horarios en los vuelos, el cansancio y el rigor físico de los partidos, era lógico que se empiecen a sentir.
Sin embargo, en el seleccionado nacional, el haber supera notoriamente al debe.
Siendo inferior en relación a la estructura, a la trayectoria y a la envergadura de las demás Uniones y sus equipos, la UAR y Los Pumas demostraron en corto plazo estar a la altura de las circunstancias, para competir de igual a igual. La goleada del sábado no debe ser para preocuparse, sino para ocuparse, para seguir trabajando y para continuar creciendo y sumando.
De los errores se aprende. Que el árbol no tape el bosque. Este es el camino correcto.
Por Gabriel Baldi, Tercer Tiempo