Un amanecer intimidante, donde todos esperan una ayuda retórica del querido sol para combatir el frío y la helada avizorada en los vidrios de una ventana que solo te permiten ver una minoridad de una mañana tan deseada.
Un mate o un café siempre es un buen complemento para las charlas de tus viejos, que siempre son un mimo al corazón y llevan la calma a tus ansiedades. Sí, y ver como se desprenden los rayos que iluminan el día tan esperado, el momento que anhelaste durante todo el transcurso de la semana.
Es así, porque no importa que partido juegues, la ilusión por triunfar está presente. Desde aquel primer mate que te pasa tu viejo hasta que pisas el pasto de tu cancha, que fue víctima de un invierno que azotó con una frialdad atroz.
El tiempo transcurre y vuela tu imaginación. Vuela hacia otra dimensión con jugadas personales preponderantes y que te destacan sobre el resto. Las emociones se elevan y la previa se vive cada vez más intensamente, porque la emotividad es uno de los frutos de ese día codiciado.
Llegas al campo con tus zapatillas o tus alpargatas rígidas de algidez y los botines desgastados que con esfuerzo y sacrificio te compró un familiar. No importa como llegas, sino que estás y te encuentras para marcar la cancha y percibir el estado del terreno.
Mientras tanto, esperas la llegada de tus compañeros, algunos relucientes y expectantes. Otros, en un estado deplorable luego de una noche de alcohol o un simple locro del mediodía. Dos aspectos dispares, pero con un mismo sentimiento, porque el rugby promueve estos valores, la unión, el compañerismo y el amor por este deporte.
De tal manera, en el momento que los ochenta minutos no jugaron a favor, te aferras en cada uno de ellos. Ya sea en aquél que entrenó toda la semana y en el que apareció 30 minutos antes del comienzo del encuentro.
El espíritu de la ovalada te otorga sensaciones impensadas e increíbles. La esencia rugbística transforma el dolor en oro, porque las huellas que te quedan en el cuerpo se convierten en una satisfacción pura y sensata, porque estás tranquilo que entregaste todo por el equipo, por amigos… por una familia.
Las palabras no alcanzan para definir el universo del rugby. Está envuelta en un color donde perdura el respeto, la solidaridad, la amistad… es un fiel reflejo que cuando te caes, debes levantarte rápidamente. Si no podés, tendrás hombres con la misma lealtad que vos para brindarte su mano. Es una vida llena de grandeza… ¡Simplemente es el rugby!