La siguiente, se trata de otra de las grandes historias que regala el rugby y el deporte entrerriano a través de sus protagonistas. En este caso, que vincula al arbitraje y al papel del jugador. Aunque en la oportunidad, las dos facetas se conjugan en una misma persona: Juan Ignacio Ballesteros.
El paranaense Ballesteros, de 26 años, había abandonado la práctica activa de rugby seis años atrás. En 2017, sufrió la quebradura del peroné en dos partes, lo que le barrió los ligamentos internos del tobillo derecho y lógicamente, debió ser intervenido quirúrgicamente.
Con el afán de recuperarse y al mismo tiempo devolverle al deporte todo lo que éste le había dado, decidió incursionar en el arbitraje.
En una carrera rápidamente ascendente, el entrerriano comenzó a dirigir infantiles. Luego pasó a las categorías juveniles. Posteriormente, llegó a la Primera local y al Desarrollo Provincial. Después, abrió el abanico nacional e impartió justicia en el Argentino de Menores, en la elite del Torneo Regional del Litoral, en el certamen de la Unión de Rugby de Buenos Aires, en el Torneo del Interior y en el Seven de la República. Claramente, alcanzó a ser el mejor de Entre Ríos.
Sin embargo, cuando ya se perfilaba para pasar al plano profesional a nivel continental, ‘Juani’ dijo no va más.
Recuperado de su lesión decidió mantenerse en las canchas pero esta vez, en el rol de jugador con la entidad de sus amores: el Club Tilcara.
Una de las razones por las que colgó el silbato, fue debido a que anhelaba jugar con su hermano, Tomás, camada 2001.
El sábado anterior en Santa Fe, el deseo de Ballesteros se hizo realidad. Ambos lucieron la casaca de la Pre-reserva del ‘Verde’, en la victoria sobre Universitario, 36-19. Tomás lo hizo como tercera línea y Juan Ignacio como centro.
Y la alegría fue completa… Y no precisamente por el resultado favorable, sino por el deber cumplido y el objetivo logrado.
SENSACIONES
“La verdad fue una gran alegría”, le confesó Juan Ignacio Ballesteros a MIRADOR ENTRE RÍOS.
“Estoy disfrutando mucho este retorno, le hecho de jugar en mi club y con mi hermano. Físicamente me siento muy bien, solo que todavía necesito acostumbrarme un poco más a los golpes y al contacto. De a poco voy entrando en ritmo y adquiriendo la dinámica otra vez”, sostuvo.
ENTRE LOS MEJORES
En abril del años pasado, el paranaense Ballesteros fue seleccionado para integrar el Panel de Referees de la Unión Argentina de Rugby, cuerpo integrado por los 21 mejores árbitros de todo el país.
Sin lugar a dudas, fue una noticia que posicionó al entrerriano y dejó en consideración del órgano que rige al rugby nacional para desafíos que podían darse tanto en Argentina como en el resto del mundo.
“Realmente fue una noticia que nos llenó de orgullo a todos. Un premio a su esfuerzo, sacrificio y dedicación, el hecho nos llenó de felicidad”, había señalado el Coordinador de Referees de la Unión Entrerriana de Rugby, Diego Dlugovitzky, uno de sus puntales en su ascendente carrera.
A su turno, el mejor árbitro de la historia de Entre Ríos, Víctor Rabuffetti, opinó sobre el papel de Ballesteros como referee y dijo: “Juani siempre estuvo muy enchufado y el enfoque mental en esto es clave. A él le gustaba mucho el referato, lo sentía y se apasionaba. Siempre andaba preocupado por crecer, aprender y mejorar”.
DE FAMILIA
Los Ballesteros son de ese puñado de familias entrerrianas con tres generaciones que llegaron a la Primera División de rugby de una institución.
En la ocasión, con la particularidad de lucir la camiseta de tres clubes diferentes. Héctor Abel Ballesteros jugó en la histórica ‘Primera Porteña’ del Club Atlético Estudiantes. Su hijo Pablo, lo hizo en en el Paraná Rowing Club y luego en el Club Tilcara. En tanto sus nietos, Juan Ignacio y Tomás, también hicieron lo propio en la entidad de Sauce Montrull.